La resistencia es la disyuntiva en la
que muchos nos detenemos al tratar de tomar una decisión. Hacia un lado
encontraremos un camino (aparentemente) tortuoso que recorre profundos valles y
presenta pronunciadas pendientes que intentan evitar el descubrimiento de la
cima, ò simplemente nos hunden en la obscuridad.
Del otro lado la cosa parece ser más
sencilla, una larga recta nos lleva a una fuente de luz; incluso, a la par del
camino corre un tranquilo río en el que encontraremos pequeñas barcas q1ue cómodamente
nos arrastrarán hasta llegar a la meta.
Las metas de cada camino. Por un lado
está la plenitud, por el otro la comodidad.
Resistencia a la elección:
Cuantas veces decimos o escuchamos a
otros decir cosas como:
-
Es que lo tuve que hacer
-
Me vi forzado a decidir
El humano fácilmente es convertido en
una especie de feo títere que avanza por el escenario de la vida según se van
moviendo las cuerdas que son prejuicios, educación controladora, miedos
sociales. Y qué sucede cuando las decisiones ajenas lo llevan irremisiblemente
hacia el contrario de sus ideales? Simple, basta voltear alrededor y nos
encontraremos viendo de frente a un sinnúmero de rostros que nos recuerdan que
en la comodidad de la corriente, e incluso en su eterno trepar social
encontraron su máxima frustración.
Vivimos en una factoría global de
jaulas (de oro, de plomo, de madera, etc.) en la que al nacer somos contratados
con la esperanza de que construyamos la mejor, dependiendo de nuestras
necesidades claro, ellos nos darán el material según nuestras aptitudes, nosotros
sólo tenemos que invertir sudor y nuestras vidas.
Para poder vivir plenamente, es
necesario alejarnos de lo que según agentes externos “debe ser”. Comenzando por
descubrirnos, conocernos, respetarnos.
El prejuicio arruina nuestro andar mientras
nos convierte en fragmentos, desintegrando todo lo que quisimos ser. Nos vuelve
impulsivos e incapaces de reflexionar, escépticos desinteresados e el
cumplimiento de los propios sueños, perfeccionistas ciegos a todas sus verdades
y con metas diseñadas sin importar que pasen sobre el camino a las metas de
otros. Todos con un miedo terrible al fracaso, al error, a sus propios sueños.
Descubrirnos, conocernos y
respetarnos, nos integra. Esto a la vez nos permite tener claridad acerca de nuestros
intereses, valores, y claro, sobre las posibilidades de aplicación en la vida.
Así al estar resistiendo la invitación
de los caminos aparecidos en la disyuntiva que nos ocupa, seremos capaces de
emprender conscientemente cualquiera de las dos alternativas, a sabiendas de
todas las posibilidades que ofrecen, y librando a los demás de una culpa que
casi siempre será nuestra. Ya que librándonos de los prejuicios, también liberamos
a los prejuiciosos de la responsabilidad que acarrearán nuestras decisiones.
…
Cuando joven te arrancaron el derecho
a soñar, te lo prohibieron pues es una locura sólo para niños. Cuando adulto, la
cosa fue peor pues soñar se convirtió en cosa de imbéciles. Cuando viejo, tan sólo
se volvió un síntoma de tu demencia.
¡¡¡¡¡Qué felices podemos ser los
inmaduros, imbéciles, que imaginamos una vida en la que la imaginación cuasi
infantil es el estado civil por el que queremos morir!!!!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario