Amor entre despreciables…
Quienes son tal como su experiencia,
genes, química, y demás cosas dictan, suelen ser estigmatizados. Cuando chicos,
como enfermos mentales; cuando adultos, como inmaduros (niños con enfermedad
mental, pero más viejos). Son señalados en casa, en el camino, en el trabajo;
la pesada marca recae sobre sus hombros, provocando así más cicatrices que acentúan
las más viejas marcas, lo que a la vez hace que sus compañeros de raza se
sientan instintivamente obligados a atacar, y por el mismo simple impulso lo
hagan.
Estos despreciables suelen ser
importantes engranes de la maquinaria social, pues siendo quienes ven más allá
de lo aceptable se convierten en seres capaces de visualizar no sólo otra
realidad. También son los que pueden (y deben) adaptarse y planificar lo
necesario para enfrentar lo que esté por llegar.
La soledad seguido parece agobiar,
pues a ratos (que pueden convertirse en largos periodos) se dedican a
defenderse, a estar a la expectativa de nuevos ataques, perdiendo así una
perspectiva importante, en la que podrían cruzar la mirada con la de otra abominación.
Previo a esto, el despreciable puede
tener no sólo una sensación de abandono que le lleva a ser incrédulo-agresivo. Pero
al ver revelada otra realidad en la que hay muchas coincidencias de visión, su interés
también cambia, la ansiedad de tanto tiempo poco a poco va tornando en nuevos ánimos,
y estos destinan fuerza, y esta escupe otra realidad.
El que nace solo es común, el que
crece solo no existe, pero el que se siente solo es una constante que puede
evitarse, haciendo lo que siempre se hizo, mirando nuevamente un poco más allá.
La dinámica es a veces difícil:
Despreciable+despreciable=
despreciable2
Despreciable-despreciable=
despreciable2
(despreciable)(despreciable)= 0
Despreciable:despreciable= infinito
Y es que no hay formulas que
funcionen como leyes, todo termina por ser un permanente experimento que únicamente
tendrá éxito cuando cada despreciable comprenda que es obligatorio respetar a
los demás, a la vez que comprender que para respetar a los demás, a la vez que
comprende que para defenderse no sirve una muralla que nos encierre, pero sí
una consciencia en permanente tarea de fortalecimiento.
Cuando el despreciable se vuelve
consciente, es considerado más peligroso a ojos de quienes ostentan algún
poder; pero tal como lo hemos dicho, pues se convierte en la chispa que hace
arder el combustible que da nueva fuerza y hace andar la maquinaria. Los
despreciables a veces son (o somos) engranes, y necesitamos de otros para
trabajar mejor. Y cuando la coincidencia de uso y aprovechamiento de energía incluye
un sentimiento, el poder parece inagotable, y asusta a otros por su aparente
imposibilidad de control, lo señalan y le llaman pasión.
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