viernes, 6 de febrero de 2015

y dàle con la libertad!

La libertad ocasiona sentimientos polarizados. Y no, nadie la odia, pero ciertamente muchos son los que dudan de su existencia.

Qué es lo que ocasiona estos sentimientos?
Haciendo un análisis natural de nuestras experiencias  será sencillo descubrir las perspectivas que a través de dogmas y prejuicios son ancladas en nuestro subconsciente; reglas, amenazas (encaminadas a controlar, pero no a enseñar) inconscientes guías. Encargadas todas (y muy efectivas) de meter en el molde común a las personalidades de individuos recién maquilados, aplicando la técnica milenaria que facilitará su inserción en algún estrato de la masa, entregando para esto un guion a seguir, y prometiendo como recompensa la comodidad y el gusto de ser únicos; tan únicos cómo otros tantos únicos con los que podrán interactuar.

Haciendo este ejercicio se vuelve obvio que hay dos tipos de libertad:
1.- La oficial: La cómoda, esa que nos permite interactuar con el resto del grupo, tomando el espacio designado en la escena, ya como derecho, ya como centrado, o posiblemente actuando el papel de rebelde.

2.- La real: Es la que nos permite plenitud. Para esta debemos enfrentarnos a nosotros mismos, conocernos y comprendernos, hacer de nuestras limitaciones nuevas posibilidades, arriesgarnos a ser entidades individuales con la facultad de interactuar con otras mientras mantenemos intacta nuestra esencia.

“Desde niños jugamos a ser lo que otros quisieran que fuéramos, luego jugamos a luchar por ser lo que queremos; después descubrimos que simplemente somos, que la lucha era un juego…

Muchos envejecen siendo el orgullo de sus mentores pues al fin vieron catalizados sus sueños en los educandos, los educandos tan altivos ven crecer en su interior un frondoso árbol de frustración, y a los pies de este están agusanados todos los sueños olvidados”

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