No está mal
pertenecer, de hecho, nuestra naturaleza gregaria nos hace tener esa cosquilla
eterna por la aceptación, y en algunos casos esto nos lleva a ser arrastrados
por dogmas que en el peor de los casos nos hacen arrastrar la frustración de no
haber sido.
DOGMA: Punto
esencial de una religión, una doctrina o un sistema de pensamiento que se tiene
por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema.
Pero que sucede cuando chocan los dogmas
entre sí? Cuando a quienes los impulsan les parece no sólo fácil, sino incluso “justo”
imponer su visión del mundo.
El dogmatismo es
quizás la filosofía más común de la sociedad actual, y prácticamente no ha
existido algún tipo de fanatismo (ideología, religión, afiliación política, y
hasta los cochinos deportes del mainstream) que no haya llevado al pisoteo
formal de las libertades ajenas, a la imposición de un diseño de bienestar.
Así, es fácil salir
a la calle y ser conscientes de que en cualquier momento al grito de “Tolerancia
y/o revolución!!!!” podemos ser embestidos por verdaderas turbas de imbéciles aleccionados,
de excelente memoria y nula capacidad de
raciocinio, que de manera sumaria decidirán si pasan por encima, o por lo menos
de manera simbólica nos empalan.
Ah, pero y si
alguien logra detenerlos, no habrá más trámite que volverse mártir, y convertir
a los contrarios en seres terribles portadores del corazón opresor.
Y al amanecer,
los buenos vecinos se desearán otro buen día (mientras maldicen y esperan el
momento justo para dejar una bolsa de basura en la puerta del hipócrita).
“El miedo como
herramienta, bandera, moneda y religión… “
Angel
Edgar Damian Peñaloza
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